Fraude: México 2006

El realizador Luis Mandoki. Foto: EFE





El siguiente texto está escrito con base en una charla que el martes 13 de noviembre sostuvieron Luis Mandoki y el periodista Miguel Ángel Granados Chapa (quien ese día lo tuvo como invitado en su programa de radio Plaza Pública), en relación con la más reciente película de Mandoki: Fraude: México 2006.

Carlos Morales

Al poco tiempo de terminar su película Voces inocentes, Luis Mandoki tuvo una plática con quien fuese su productora musical en esa película y allí surgió la idea de realizar un documental acerca del proceso de desafuero de Andrés Manuel López Obrador, proceso que estaba ocurriendo en México por esas fechas.
Mandoki y López Obrador se conocieron y éste le abrió las puertas para filmarlo, lo que sorprendió al cineasta porque ningún otro político se lo había permitido antes (recordemos que la obra cinematográfica de Luis, previa a la que realizó durante 18 años en Holliwood, siempre estuvo cercana a procesos sociales).
Se encontró además con que López Obrador era una persona muy diferente a la que presentaban los medios. Así se originó el proyecto de realizar la serie de documentales titulada ¿Quién es el señor López? Serie que Luis se propuso concluir el 2 de julio, con los resultados electorales. Pero a falta de estos ese día, y con el anuncio de que hasta el miércoles cinco se daría a la luz pública el conteo en 300 distritos, se preguntó: ¿cómo cubrir eso?, porque no tenían presupuesto y sólo eran ocho personas quienes integraban su equipo.
Se le ocurrió entonces hacer una convocatoria a la gente a través de la Internet para que acudieran con sus cámaras caseras a grabar lo que allí pasaría. Para su sorpresa, la gente respondió al llamado cubriendo los 300 distritos con poco más de 3,000 horas de grabación, lo cual rebasó las expectativas del realizador.
Lo que él y su equipo vieron en los videos recibidos los impacta, les “abre los ojos” y modifica su idea de que el trabajo acabaría hasta allí.
Al principio el equipo completo se sintió rebasado: no tenían la certeza de qué hacer con todo ese material. Pensaron en sacar un quinto DVD de la serie del señor López. Lo intentaron, pero no les satisfizo el resultado. El proyecto inicial, que habían calculado terminar en diciembre de 2006, no lo concluyeron, y lo pospusieron para marzo del siguiente año. Tampoco lo consiguieron acabar, así que Mandoki y su equipo, dándose cuenta de que a nada los conducirían las prisas, que todo ese material era necesario mostrarlo por su enorme importancia como documento histórico para nuestra generación y las venideras, y que cualquier ciudadano del mundo debería entender el trabajo resultante, se dieron el tiempo necesario para editarlo, concluyéndolo poco más de un año después.
Fraude: México 2006 se desarrolla con base en una serie de entrevistas que Luis Mandoki le hace a Andrés Manuel López Obrador (más de 40 horas de grabación). Los otros actores: Vicente Fox, Felipe Calderón, Elba Esther Gordillo y Carlos Salinas de Gortari, entre otros, nunca aceptaron hablar, a pesar de la insistencia de Mandoki y su equipo. Lo cual el director dejó señalado en la película para evitar suspicacias en la gente que podría suponer que sólo buscaron hablar con López Obrador por favoritismo hacia él. Pero no, sólo él quiso hablar y los otros se rehusaron. La elección de Mandoki fue: si a él le hicieron el fraude, según lo indicaban las pruebas, entonces que él cuente su versión.
Recuerda el cineasta haberle preguntado a López Obrador, cuando éste llevó a cabo el plantón en el Zócalo en contra del fraude, el martes 4 de julio, el porqué tomó esa decisión (la de realizar el plantón) y no la de recurrir a otras medidas más fuertes que quizás hubiesen sido más eficaces, y también le pregunto qué era más importante para él: impedir el fraude o la violencia. Después de unos instantes de reflexión, consciente de que millones de personas estarían dispuestas a seguirlo en lo que él decidiera hacer en esos momentos y preocupado de que todo pudiese conducir precisamente a situaciones muy graves, López Obrador le respondió que prefería impedir la violencia.
Fue muy conmovedor, señaló Mandoki a Granados Chapa, “porque finalmente él (López Obrador) es un hombre solo, con una enorme responsabilidad histórica, en un país donde 10 millones de personas quieren irse a las armas, y que incluso hoy día mucha gente ve el 2010 pensando en revolución. Muchos otros no entienden que la violencia está a punto de explotar en este país, y que si alguien está tratando de evitarlo es López Obrador”.
Hay demasiada desinformación, afirmó el realizador. Por cierto, Luis Mandoki le contó al periodista (cuyo programa Plaza Pública se transmite de lunes a viernes por Radio UNAM, en el 860 de AM, de 8:30 a 9:30 de la mañana) que invitó a algunos amigos panistas para conocer su reacción ante la película y resultaron muy impactados al darse cuenta de que ni ganaron ni existe el cambio tan cacareado, porque, dijeron, el PAN es igual o peor que el PRI.

Realización y distribución de Fraude: México 2006

Luis Mandoki puntualizó que la parte que más le gusta de la película es la que él no filmó, es decir, la que grabaron los ciudadanos. Recuerda que durante año y medio, a falta de presupuesto, estuvieron trabajando todos esos videos en un cuarto de servicio de un edificio ubicado por el Parque Hundido, al sur de la ciudad de México. Colaboraron con él personas de “enorme talento”, como Mariana Rodríguez (guión y edición), Federico Arreola (producción) y Pablo Mandoki (producción ejecutiva).
Después de las elecciones, a Luis se le agotaron los recursos, había que pagar la renta y sus colaboradores estaban muy entusiasmados para seguir trabajando. Lo platicó con Federico Arreola para conseguir su apoyo financiero. Aceptó, porque “cada mes llegábamos al día de pago de la nómina y no podíamos cumplir con ello. Pero la gente nos aguantaba a pesar de estar bajo presión. Nunca fue fácil”, afirmó el realizador.
Muchas personas no quisieron invertir en la película, y los pocos que sí, les daba miedo porque, decían, “van a verlo en Hacienda y voy a tener repercusiones. Parecía como si estuviésemos en los 60: tenían miedo a la represión, a las represalias”, agregó Mandoki. Sus colegas realizadores les decían a él y a Arreola que nadie exhibiría o distribuiría la película. Pero insistieron y Arreola “mantuvo a flote” el financiamiento. Todavía en octubre el laboratorio en donde les hicieron las más de 200 copias para su exhibición, les dio crédito. “Los primeros ingresos de la exhibición -afirmó categórico Luis- son para pagarle al laboratorio”.
La empresa distribuidora Warner Brothers sorpresivamente les ofreció distribuir la película, pero Televisa los presionó en contra y se canceló esa opción. A través de una coperacha con mucha gente, se concluyó la película y, ahora sí, diversas casas distribuidoras se acercaron a Contra el Viento Films, la casa que produjo la obra. Finalmente Fraude: México 2006 salió con 220 copias, y a pesar de no contar con la publicidad necesaria (cuyo costo ascendería a unos 6 millones de pesos), se difundió y sigue difundiéndose a través de la gente, de voz en voz y volanteando.
La cinta se presenta en cadenas como son Cinépolis, Cinemex, Cinemark y Multimedios (que al principio, dijo Mandoki, estaban bastante inseguros de presentar documentales, pero finalmente aceptaron).
Andrés Manuel López Obrador vio el trabajo terminado hasta la premier del 11 de noviembre. Antes, sólo había visto un corte de la película.
Fraude: México 2006, resaltó el realizador, es una película hecha para todos los mexicanos: “los que creen que hubo fraude, pero no saben realmente cómo sucedió; los que no saben si hubo, pero que no les gusta no saber y quieren conocer la verdad; los que piensan que no hubo fraude y desean otra fuente de información, y para los que piensan que sí hubo fraude y que éste era bien merecido”.
En escena aparecen desde funcionarios del IFE manipulando paquetes electorales hasta Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón burlándose, el primero, de los complots y de la política ficción, y el segundo, de la importancia de ganar “haiga sido como haiga sido”. Destaca también un escena en donde el cardenal Norberto Rivera Carrera bendice a Salinas de Gortari durante una comida de altos empresarios a la que asistió este último.
Luis Mandoki ha dirigido Voces inocentes, Acorralada, Mensaje en una botella, Cuando un hombre ama a una mujer, Nacida ayer, Pasión sin barreras, Gaby: una historia verdadera y Motel, además de la serie de documentales ¿Quién es el señor López? Ahora tiene propuestas para filmar El niño con alas (en Irlanda o Nueva Zelanda) y La hija del colibrí, con Antonio Banderas en el papel principal.

El desfile del 20 de noviembre

Bartolomé Hidalgo /Poeta


(Uruguay, 1788 - Argentina, 1822)


Bartolomé Hidalgo nació en el seno de una familia humilde en Montevideo (Uruguay), el 24 de agosto de 1788. Sus padres, Catalina Jiménez y Juan Hidalgo, eran de nacionalidad argentina. En su infancia y tras perder a su progenitor, Hidalgo, a la par que trabajaba como comerciante y peluquero, se empapó de poesía española, principalmente literatura neoclásica.
Participó en la independencia de Uruguay y Argentina, llegando a luchar en el frente y a comprometerse poéticamente con varios trabajos literarios, entre ellos el himno revolucionario La marcha oriental.
También trabajó de funcionario en diversos puestos, entre ellos como burócrata del Ministerio de Hacienda, y, en 1816 y en un apartado más artístico, llegó a dirigir la Casa de Comedias de Uruguay. En 1818 se mudó a Argentina y dos años después contrajo matrimonio con Juana Cortina.
La significación de este autor viene dada por ser el primer escritor de poesía gauchesca, recogiendo el sentir popular rural, con el protagonismo de los gauchos, en unos textos que el propio autor vendía por las calles argentinas.
Cielitos y Diálogos patrióticos, éstos últimos con el protagonismo de Jacinto Chano y Ramón Contreras, son sus obras más representativas, derivadas tanto de los cánticos y poética tradicional española como de los procederes de los payadores de la zona y el sentimiento patriótico y político en un contexto independentista.
Aquejado de enfermedades pulmonares Hildago falleció de tuberculosis en la localidad argentina de Morón, el 28 de noviembre de 1822. Tenía 34 años.

CIELITO DE LA INDEPENDENCIA
(Fragmento)

Si de todo lo criado
es el cielo lo mejor,
el "cielo" ha de ser el baile
de los Pueblos de la Unión.

Cielo, cielito y más cielo,
cielito siempre cantad
que la alegría es del cielo,
del cielo es la libertad.

Hoy una Nación
en el mundo se presenta,
pues las Provincias Unidas
proclaman su Independencia.

Cielito, cielo festivo,
cielo de la libertad,
jurando la Independencia
no somos esclavos ya.

Los del Río de la Plata
cantan con aclamación,
su libertad recobrada
a esfuerzos de su valor.

Cielo, cielito, cantemos,
cielo de la amada Patria,
que con sus hijos celebra
su libertad suspirada

http://www.alohacriticon.com/viajeliterario/article1469.html?topic=2

El sentido de permanencia de Ayocuán Cuetzpaltzin



El poeta indígena Ayocuán vivió durante la época precuauhtémica, antes de Cuauhtémoc, en un mundo en que los cantos y las flores gobernaban los corazones de los hombres y mujeres de maíz. La poesía y la sabiduría era la divisa preciada en el Anáhuac en dichos tiempos. Tiempo primaveral, como diría Nezahualcóyotl, en el que vino a vivir Ayocuán Cuetzpaltzin. Y aún a pesar de que Ayocuán vivió en un mundo rodeado del más alto pensamiento anahuaca, este renombrado poeta pensaba que nuestra permanencia en la Tierra era tan frágil y efímera, que incluso se preguntaba sobre la supervivencia de nuestra huella que dejamos aquí en el Tlaltícpac, el mundo terrenal.
Sus poemas reflejan el profundo sentimiento de meditación y reflexión al que podía llegar. Vanagloriado mientras vivía, y recordado tras su muerte, antes y después de Cuauhtémoc, nos deja una importante herencia que muestra el camino hacia ese maestro del pensamiento y la poesía, in xochitl in cuicatl, la flor el canto.
Un poema por el que siempre se recordó, era recitado por el mismo Ayocuán con grandes voces y sonoro cántico por las carreteras y las calles de Tlaxcallan, Huexotzinco y todo el valle hoy conocido como poblano. Cuando viajaba de una ciudad a otra, a paso firme por las carreteras de aquel entonces, atiborradas de pochtecas, tamemes y demás caravanas mercantes y transportistas, iba Ayocuán entonando sus melódicas pero reflexivas poesías. Así se dio a conocer, su honrada fama nació así. La gente común, los macehualtin, lo escuchaban mientras él continuaba su camino pasando milpas y caseríos. De igual fama llenóse cuando predicaba su filosofía poética en las calles de las ciudades y pueblos a donde llegaba. Algunas veces viajaba por trabajo, en otras para visitar amigos, deudos, o asistir a conferencias de poetas. Así fue como se elevó su nombre. La poesía que aseguran siempre decía Ayocuán Cuetzpaltzin jubiloso por las calles y caminos era la siguiente:

¡Ma huel manin tlalli!
¡Ma huel ica tepetl!

¡Que permanezca la tierra!
¡Que estén siempre los montes!

Sabía que todo lo que había en este mundo perecería. Así se lamentó Tlaltecatzin de Cuauchinanco, de igual forma lo decretó Acolmiztli Nezahualcóyotl. A sabiendas de que todo perece, todo muere y desaparece para siempre, incluso las pinturas y el oro, como cantaba Netzahualcóyotl, Ayocuán exclamaba que al menos la tierra misma permaneciese. Este es el poema completo como se le conoce, con la traducción de Miguel León-Portilla:

¡Ma huel manin tlalli!
¡Ma huel ica tepetl!
Quihualitoa Ayocuan, zan yehuan Cuetzpaltzin,
Tlaxcallan, Huetzinco.
In a izquixochitl, cacahuazochitl,
Ma onnemahmaco.
Ma huel manin tlalli.

¡Que permanezca la tierra!
¡Que estén en pie los montes!
Así venía hablando Ayocuán Cuetzpaltzin,
En Tlaxcala, en Huexotzinco.
Que se repartan
Flores de maíz tostado, flores de cacao.
¡Que permanezca la tierra!

Ayocuán Cuetzpaltzin implora por que no desaparezca la tierra, nuestro mundo actual, y sus montes que lo adornan. Ayocuán en su obra está muy consciente de la brevedad de nuestro tiempo aquí en la Tierra, pues todos partiremos al Mictlán, el lugar de los descarnados. Y claro, si todo lo que existe desaparecerá de esta tierra, también él forma parte de lo que algún día tendrá que morir. Propio Ayocuán sabe que perecerá, y tendrá que abandonarse hacia la oscuridad, pues no se sabe certeramente donde pararemos. Reflexiona y se concientiza de que sin duda tiene que morir, tiene que partir. Es entonces que entra este segundo poema del mismo Ayocuán, en el que expone su más grande preocupación respecto a su partida de este mundo:

Esfuércese, quiera mi corazón
Las flores del escudo,
Las flores del Dador de la vida.

¿Qué podrá hacer mi corazón?
En vano hemos llegado,
Hemos brotado en la tierra.
¿Solo así he de irme,
como las flores que perecieron?

¿Nada quedará de mi nombre?
¿Nada de mi fama aquí en la Tierra?

¡Al menos flores, al menos cantos!
¿Qué podrá hacer mi corazón?
En vano hemos llegado,
Hemos brotado en la Tierra.


Maciuhtia o in quinequi noyollo,
Zan chimalli xochitl,
In ixochiuh Ipalnemoani.

¿Quen conchihuaz noyollo yehua?
Onen tacico,
Tonquizaco in tlalticpac, a, ohuaya, ohuaya.
¿Zan ca iuhquin onyaz
In o ompopoliuhxochitla?

¿An tle notleyo yez in quenmanian?
¿An tle nitauhca yez in tlalticpac?

¡Manel xochitl, manel cuicatl!
¿Quen conchihuaz noyollo yehua?
Onentacico, Tonquizaco in tlalticpac, ohuaya, ohuaya.

Ayocuán Cuetzpaltzin, gran poeta del Anáhuac precuauhtémico, se lamenta preguntándose sobre su efímera estancia en este mundo temporal, de su misma existencia como ser vivo. Pues Ayocuán dice primero que en vano hemos venido. ¿A dónde? Aquí, a esta existencia, a tener vida en este mundo. El no ve razón de estar aquí, pues después se cuestiona si habrá de irse, es decir morir, como las flores. Se compara con las flores cuya vida es muy corta y delicada, y al final desaparece sin más. Pero después Ayocuán deja ver que su mayor preocupación, igual a la de muchos poetas del Anáhuac, era el deseo de ser recordado en el futuro. Como el sabe que él, Ayocuán, algún día morirá, ahora se lanza valientemente a preguntar si al menos su nombre sobrevivirá al tiempo, sin morir ni desaparecer. Y va más allá al preguntar si su fama también trascenderá su muerte. Ayocuán Cuetzpaltzin muestra un increíble deseo de querer al menos sobrevivir no en cuerpo y alma, sino como nombre y como fama. Pero el propio Ayocuán, sabio tal y como lo describen nuestros ancestros indígenas que vivieron en su tiempo, finalmente llega a la conclusión simple, fatalista, pero altamente realista y gloriosa, de que la única manera de ser recordado, de sobrevivir a la tiranía del tiempo, es a través de sus poesías. Ayocuán declara inmortal a su obra, pues la poesía es la única capaz de llegar a sobrevivir a sus autores por milenios. Ayocuán está seguro de que si no es por su nombre o su fama, será recordado sin duda por sus hechos, por sus composiciones. Y si es recordado Ayocuán Cuetzpaltzin, de alguna forma nunca morirá del todo. Es así que a pesar de su tristeza, de lo efímero de la vida y la fatalidad de la muerte, nuestras obras, nuestros poemas sobrevivirán.
Y en verdad llegó a ser cierto. Su filosofía se comprueba, pues nunca imaginó Ayocuán Cuetzpaltzin que a casi medio milenio de su muerte lo íbamos a recordar sus descendientes, sus nietecitos, a través del internet.

Hablemos de… La cerámica /Parte II



Leticia Cervón A.



Podemos decir que una pieza de cerámica seca y “cruda” (sin quemar en el horno) está compuesta por un conjunto compacto de minerales deshidratados (principalmente silicato de aluminio) que recibe el nombre de ARCILLA. Y si humedecemos esa pieza, el conjunto de minerales adquiere “plasticidad”, es decir, podemos moldearlo o cambiar su forma como queramos. Pero una vez seca nuevamente, la arcilla conservará la forma adquirida, y si le aplicamos CALOR, poco a poco aumentará su dureza.
Es infinita la cantidad de objetos que nos rodean cuyo origen es el BARRO, desde los propios ladrillos rojos hasta el jarrón más fino de porcelana; su consistencia y dureza dependerán de la clase de ARCILLA que utilicemos para modelarlos y de las técnicas que apliquemos en su fabricación y quema.
La cerámica implica toda una disciplina, el camino para llegar hasta su estado final es largo, independientemente de la realización manual de la pieza, pero la satisfacción de ver y tocar la obra terminada, difícilmente la puede describir su autor.
"Es un trabajo que exige una permanente atención –afirma Gustavo Pérez, ceramista mexicano- y también una capacidad para enfrentar la frustración y el fracaso. El largo y complejo proceso que va desde la preparación del barro hasta la pieza que el horno entrega, pasa por tantos momentos críticos, que a veces los resultados parecen un milagro; la suerte es indispensable...".

Por eso el ceramista, además de que necesariamente posee conocimientos profundos de los elementos y sustancias que maneja, es un artista, un creador.



Colocando piezas en un horno eléctrico

El coronel (1955) /Parte III y última


Cuento de Ricardo Garibay



Sembraba a medias, y algunas tardes recorría a caballo sus tierras y las vecinas. Iba con sus hijos mayores y les explicaba las siembras, las lluvias, las buenas y malas épocas del año, la faz del cielo; les hablaba de batallas en que estuvo y de vidas y muertes fabulosas, de regiones distantes. Sueltas las riendas, iba envidiando terrenos e imaginando sembradíos mientras mordía alguna fruta cortada al paso.
Le gustaba soñar mirando el campo. Mucho de su sabiduría seguro que lo sacó de tales caminatas y de otras que hizo, siendo mozo, por las afueras de los pueblos. De éstos aprendió a vivir sin prisa; y calladamente de mirar el cielo y saber de estrellas y de misterios astronómicos.
Su saber iba desde el cuarto de estudio hasta la labor y el grado militar; si le gustaba salir a ver las tardes, también se desvelaba en su biblioteca noche a noche; su experiencia metía mano en los libros tanto como en los días; y tal vez a esto debió no equivocarse nunca al juzgar a los demás; no halló, entre las buenas, cosa indigna de aprenderse, ni entre los hombres uno a quien no escuchara; sus sombríos ojos buscaron siempre qué recordar; no hubo fuente donde él no se detuviera: así no conoció camino fatigoso; manaba frescura su peregrinaje.
La biblioteca era su remanso; releía paciente ciertos libros y consultaba, llegado el caso, el resto. Y a mi padre le predicaba: "No hay que investigar mucho"-porque temía los peligros del pensamiento-; y: "No hay que andar en riesgos" -porque conocía los de la vida diaria.
Lo claro estaba en el mundo y había que verlo recelosamente; lo que no estaba en el mundo era el Misterio, que debía de considerarse con devoción y humildad. En este vaivén su vida fue la del que se siente feliz de haber hecho su casa, sus hijos y sus maneras. Si al abrir la ventana soplaba el aire, él lo aspiraba dichoso, agradecido. Me lo imagino con todo esto a cuestas paseando por los caminos, contemplando el casal de la provincia, sus ropas de lino llenas de viento, sus manos anudadas a la espalda. Quien lo haya visto entonces, supo que era hermoso aquel coronel reposado y andariego, de espíritu tan duro y tan flexible y de condición tan levantada y tan mansa.
Aquellas cabriadas tardes se alternaron con tardes violentas y azarosas en que hubo de batallar encerrado o a medio campo. Tardes en que no había modo de hablar de vida ni de muerte. Tardes de vida o muerte. No había entonces ensoñación ni prédicas camineras; sí noticias atropelladas, balbucientes, repiqueteos telegráficos, correos, señales sobre los cerros, recados garrapateados, pláticas suspendidas para correr a dar disposiciones, caminadas, acampamientos.
-"Querido amigo: En este momento, que son las once y cuarto, le pongo las líneas que ve para que me entere del enemigo. Nosotros estamos listos y esperándole." -"Recado: Vamos mal; la plaza cayó por haberla traicionado el alférez del primer cuerpo de caballería de Castitlán, que allí estaba. Deme alcance en las afueras que ya voy de huida." -"Señor coronel en jefe, etc.: Será usted atacado por la parte de arriba; ahora, que son las tres, ya estamos en marcha. Aguarde confiado." -"Don José: La gente lista, a los tiros véngase." -"Estamos desde las seis de la mañana en combate hasta ahora, que son las 10 de la noche. Ya se imagina y Dios lo traiga a tiempo..." Siempre salía mi abuelo de estampía, entre las voces ahogadas de la casa. -"¡Recen!" Su esposa se consumía, y en sus hijos iba apareciendo la gana de ser soldados.
Tenía treinta y un años y era jefe de la guarnición en Xochimilco cuando ocurrió que vino el sargento, desencajado, preguntando: "Mi coronel, ¿usté mandó ensillar la caballada?" "No, yo no he ordenado". "Pues ai está la tropa, alborotada con los caballos". "¡Vámonos, qué esperas!" -dijo cuando el "viva Porfirio Díaz" tronó en la plaza. El sargento se movió ligero, pero los otros más, y hubieron de encerrarse en el cuartel. (Ocupaba la presidencia Sebastián Lerdo de Tejada y se iniciaba la revuelta de Díaz.) Adentro, ellos dos y mi abuela y su hijo Miguel; afuera, galopando hacia el cuartel los sublevados. Mi abuelo y el sargento -a caballo, pistolas en manos- se colocaron tras el portón; mi abuela, agarrada de la tranca. Así esperaron hasta que los hombres estuvieron muy cerca, cuando él gritó: "¡Abre la puerta, Ángela!" Y salieron abriendo un callejón de sangre inesperada.
Llegaron a Tláhuac medio ahogados, tomaron fuerzas y regresaron cuando la ebria plebe festejaba su triunfo. De ésta salió sin un rasguño; y de la de Malinaltenango también, pero por mayor milagro. A la postre cayó Lerdo de Tejada, y él vagó dos años sin empleo. Sembraba, llevaba negocios mínimos, escribía en los diarios de provincia; hasta que valido de una buena amistad se hizo enviar como jefe político a Hidalgo. Allí, en Molango, conoció a don Domingo Ortega y le disputó los honores de una velada, hace más de cien años. Don José de Jesús y don Domingo hablaron una noche, leyeron sus poemas bajo las lámparas de una casa de Molango; sus hijos habían de casar mucho tiempo después, y el hijo de sus hijos había de contarlo. Tal vez en esto no haya ningún misterio, pero me gusta contemplar a gran distancia sus caminos, que horadan la maleza para juntarse un momento y separarse y desembocar al valle y hacer uno solo, que viene a dar conmigo. Pero lo de Malinaltenango merece contarse: Persiguiendo a los rebeldes les cayó la noche. Durante la mañana se habían batido avanzando, y en la tarde empezaron a perseguirlos. Pero aquellos conocían mejor la sierra y les ganaron mucho terreno, así que decidieron parar llegando a una aldehuela, para que los hombres comieran y se enfriaran los animales. Allí, quién se agenciaba unas gordas, quién se curaba, quién echaba un sueño. Se desparramaron por las casitas en busca de potaje, calor y otras cosas que en tales ocasiones se encuentran. La tranquilidad se vio herida por voces fuertes, resonar de cascos, brillos de armas. Mi abuelo se encaminó al curato acompañado del teniente coronel Rangel. Era tiempo de aguas y ambos llevaban mangas de hule blanco. El padre les dio cena y plática y las no­ticias que buscaban. Vino el asistente con que "ya estaba chispeando y algunos emborrachándose"; llevó la orden de cinchar y regresó avisando que la tropa estaba en marcha. Afuera llovía a torrentes. Se cubrieron despidiéndose, montaron, y se alejaban cuando mi abuelo vio que les habían cambiado las mangas por otras, negras; regresó violentamente. "Yo las mandé cambiar -dijo el cura-; he sabido que hay hombres apostados en el ca­mino para tirarles a las mangas blancas, y como la noche está muy cerrada ustedes no llegaban ni a la salida." Dióle las gracias y galopó gritando las órdenes hasta colocarse a la cabeza. Oscurísima noche, subiendo y bajando lomas. El campo, una masa negra, compacta, llena del escándalo del agua que volvía las blasfemias con el fragor de los caballos. A veces encontraban pequeñas torrenteras, allí se hundían las bestias hasta las panzas, pataleando penosamente. El Coronel se detenía, gritaba en la oreja del asistente algo, y éste lo repetía trotando hacia atrás; la columna se paraba, apretaba el paso o se dispersaba para reunirse más adelante. Se acercaban a la barranca de Malinaltenango. "Una hora para bajarla y otra para subirla -cuenta mi padre-, y eso llegando fresco." Debían trasponerla antes que las avenidas la inundaran. Se forzaba la marcha a tientas, por entre breñales. A ratos se espesaba la maleza, a ratos se abría en lomeríos que los hombres iban adivinando conforme avanzaban. Llegaron a una puerta de golpe. Estas puertas marcaban los límites de las propiedades y siempre están abiertas; aquélla, cerrada. Estaban al principio de la barranca, en una hondonada, y habían de subir para alcanzar la puerta, tras de la cual se descendía. El Coronel vio aquello recelosamente. Mandó hacer alto, se aproximó un poco y regresó: "Está cerrada. Me lo temía; nos cerraron la puerta y allí han de estar, y nosotros aquí metidos". Los caballos bufaban, pegaban con las pezuñas en la tierra lodosa, se movían nerviosos. Los hombres se acomodaban, se doblaban sobre la silla para arreglar algo, escudriñaban la lluvia. Muchos tenían las armas listas; otros, desmontados ya, se tumbaban a la vera esperando las balas. El Coronel retenía el caballo con fuerza mirando la puerta; sus ojos eran una raya negra, muy ancha bajo el sombrero. Tronaron las balas y se movieron con presteza los soldados. Venían las balas de arriba y de enfrente, tupidas, ensordecedoras. "¡Barragán!" Corrió el asistente. "Hay que abrir esa puerta, Barragán, o nos acaban." "Nomás me aguanta jefe y ahora pasamos." Dijo el otro, desenvainó el machete, desmontó y echó a correr casi a gatas metiéndose en el lodo. A los pocos metros ya no lo vieron. Esperando y disparando. Volvió el asistente. "Ora sí jefe." "Ora sí muchachos" -gritó mi abuelo y se lanzaron a la cerca. Gritos y maldiciones, estampidos, golpes, galopes, relinchos, y el aguacero con sus truenos. Zumbó el peligro en las orejas de mi abuelo. Le venía de un lado. Se volvió disparando. No veía. Siguió disparando. Unas abejas roncas le calentaban las sienes. Se le acabó la carga de la pistola. En ese momento vio detrás de un árbol a un hombre semidesnudo, cazándolo. Arrojó el revólver y se buscó a tientas: nada. No podía avanzar inerme, ni retroceder, porque peleaban por todas partes; no distinguía a los que lo rodeaban. Palpó la silla moviendo siempre su montura, agachándose, clavando los ojos en el que aparecía y desaparecía detrás del árbol. Recordó de pronto que en las cantinas traía dos viejísimas pistolas belgas de un solo tiro. Llevó el brazo abajo, golpeó rabioso buscando, halló una, la sacó, y clavando las espuelas se fue sobre el hombre con el gatillo apretado ("suerte, la pura suerte"). El otro cayó junto al tronco, y él regresó con su gente, que ya perseguía al enemigo por la barranca. El alba los encontró en la subida, no a todos, poco habladores y cubiertos de lodo y de cansancio.
Así era el hombre que yo no conocí.

FIN

Fuente:
Cuentos mexicanos inolvidables, Tomo II, Asociación Nacional de Libreros, A.C., México, 1994, pp. 163-180.